Si bien es una obra considerada de culto, hay que tener en cuenta algunos pequeños matices:
En esta celebrada novela gráfica, Batman no responde ante ningún patrón conocido, perdiendo la cordura, no usando sus dotes detectivescas y comportándose de una manera fría y carente de todo espíritu. Es, en realidad, uno de los peores Batman que jamás se han retratado.
Por otra parte, nos encontramos con un guión inconexo, que gana fuerza al relatar los estados mentales, pero no así los sucesos. Su punto más fuerte es toda la parte relacionada con los secretos del manicomio y de su creador, Amadeus Arkham.
Descubiertos sus puntos débiles (que son importantes, sin duda) nos centraremos en celebrar el magnífico lenguaje adulto escogido por Morrison, cuyos textos groseros, pero plasmados con muy buen gusto, acompañan de forma soberbia a la constante verborrea del Joker y demás personajes asistentes. Se puede decir que el guión, como trama, es pobre, pero en torno a la calidad de sus textos es simplemente extraordinario.
Siguiendo con lo que toca, si Batman sale malparado en este cuento, con Joker ocurre todo lo contrario, encontrándonos con una némesis fabulosa en su guión y en su aspecto. Jamás se ha creado un Joker tan insólito y temible.
También aparecen retratados Dos Caras (casi tan mal parado como Batman), Killer Croc, El sombrerero y el Espantapájaros, aunque, desde mi punto de vista están muy desaprovechados en sus intervenciones. Pero muy bien recreados visualmente.
Si la obra se salva es por tres motivos contundentes: El ya mencionado tono de los textos, la impresionante concepción de Joker y el trabajo artístico que empapa todo el cómic.
Mckean crea una mezcla insólita entre salpicaduras, fotografías, dibujos distorsionados, sombras y demás detalles increíbles pero poco cuerdos, para formar un collage que impacta en el cerebro con solo contemplar la primera página. Artísticamente es uno de los trabajos más impresionantes que se pueden encontrar en cómic alguno, acompañando a la perfección a la supuesta locura que debe encontrarse dentro del manicomio de Arkham.
La historia es bastante simple (aunque atractiva): Joker tiene el control absoluto del manicomio y amenaza con sembrar el caos y matar a los rehenes (los trabajadores del centro) si Batman en persona no se presenta allí mismo.
Es una trama que daba para mucho más, y no solo para mostrarnos la locura de Batman y demás presentes. Hasta resulta increíble que, en una de sus muchas lecturas, nos pueda hacer pensar que en realidad Batman ve así el mundo…
Como forma de expresión, este trabajo es demoledor, y en parte culpable de la madurez precipitada de muchos cómics de mediados de los noventa. Es valiente al retratar a los personajes como jamás los habíamos visto, pero falla estrepitosamente al deformar por completo a su protagonista (que desde el principio actúa como un zombie) y al convertir una trama a reventar de enfrentamientos y desafíos posibles, en una obra casi abstracta y difícil de entender, sin apenas acción de ningún tipo.
Su adquisición es del todo recomendable, pues ya os digo que es tan peculiar, y está tan bien diseñada gráficamente, que solo por eso merece la pena. Por eso y por poder disfrutar de un Joker que se comporta como un loco, y no como un payaso.
En lo personal, sigo prefiriendo la genialidad de Moore en obras como “La Broma asesina”, pero entiendo la importancia de esta original creación, y no solo dentro de la saga del personaje, sino de toda la industria del cómic. Es importante y original, pero dista mucho de la perfección. Imprescindible en términos plásticos.
